Las entrevistas de Núremberg: Franz Halder

Posted on 5 julio, 2021

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5 de abril de 1946

Discusión sobre la situación de la guerra en el cuartel general «Guarida del Lobo» del Führer en Rastenburg en Prusia Oriental, el 11 February 1942. De izquierda a derecha: Marshal Ion Antonescu, Dr. Paul Otto Schmidt (interprete), Adolf Hitler, Generalfeldmarschall Wilhelm Keitel (oculto), Oberstleutnant Eckhard Christian, y el Generaloberst Franz Halder. Fuente: thirdreichcolorpictures.blogspot.com

Frank Halder, coronel jefe del Estado Mayor del Ejército de 1938 a 1942; fue destituido del cargo el 24 de septiembre de 1942 a consecuencia de una discusión con Hitler sobre el ataque alemán a Stalingrado. Después del intento de asesinato de Hitler en 1944 fue enviado a un campo de concentración del que fue liberado por los norteamericanos al final de la guerra.

(…)

– ¿Cómo era la rutina de Ravensbrück?

– Era una cárcel. Se me permitía salir solo a tomar el aire durante media hora. Estaba en prisión incomunicada y la puerta estaba cerrada. No estaban las cosas abiertas como aquí, donde se me permite andar por ahí, por lo menos por dentro. Después de pasar un tiempo en Ravensbrück, me preguntaron si quería trabaja en algo, por ejemplo hacer listas, etcétera, para pasar el rato. No tenía ninguna otra ventaja. Durante el día se oían los gritos de la gente a la que se apaleaba. Por la noche se oían disparos, fusilaban a la gente. Cuando la ventana de mi celda estaba abierta, ésta se llenaba del humo procedente del crematorio. Los internos hablaban de una ventana a la otra, y en poco tiempo me enteré de lo que estaba pasando.

¿Estaba el crematorio cerca de su celda?

A una distancia como dos veces esta habitación había un muro, y justo detrás del muro estaba el crematorio. Cuando soplaba viento dl sur, el humo llegaba a mi celda. Era un humo con grasa, humo con ascuas muy grandes, humo humano. No sé quién inventó los crematorios, si Hitler o Himmler o algún otro criminal, pero lo que sé es que apestan.

Halder describió su estancia de dos meses en Ravensbrück, antes de ser enviado a una cárcel de la RSHA en Berlín, donde estuvo en prisión incomunicada y sin salir al aire libre.

Eso fue lo peor. No había luz natural en la habitación, y tenía la luz encendida día y noche. Sólo dejaba la celda para los interrogatorios y cuando tenía que ir al baño. No tenía retrete en la habitación. En ese sentido, te podían torturar, porque a veces no te abrían la puerta durante veinticuatro horas y sufrías enormemente si necesitabas ir al baño. Eso lo hacían conscientemente, pero no fui torturado d otro modo.

¿Quién lo interrogaba allí?

Lo escribí todo para que no se me olvidara nada. Una vez me interrogó Heinrich Müller, el jefe de la Gestapo, y otra vez, un representante de Müller. Todo ese lado oscuro de Kaltenbrunner y Schellenberg yo lo desconocía por completo en aquel momento.

¿Qué tipo de persona era Müller?

No tenía personalidad. No me impresionó en absoluto.

Halder ha seguido contando que al principio de estar allí, los edificios de la RHSA fueron bombardeados, y él y otros internos tuvieron que pasar unos días sentados en las ruinas del sótano. Entonces le llevaron junto con otros a Flossenbürg, al Alto Palatinado, cerca de la frontera con Bohemia. Es un campo de concentración similar al de Ravensbrück. Halder ha contado que Ravensbrück parecía ser un campo de concentración en general para mujeres, mientras que Flossenbürg es un campo para hombres. Estuvo allí lo que quedaba de febrero y marzo, y fue liberado por las tropas estadounidenses el 9 de abril de 1945.

En Flossenbürg se notaban más las cosas; no podías dejar de ver todos los días los cadáveres colgados en el patio. Los ejecutaban completamente desnudos. Los llevaban hasta el patio y yo oía el ruido de los pies descalzos en el suelo del patio, justo fuera de mi ventana. Por las puertas de nuestras celdas pasaban las camillas con los cadáveres. Si por casualidad la mirilla estaba abierta, se veían pasar. En el patio donde dábamos un paseo, tenían la horcas colocadas de tal modo que no te quedaba más remedio que verlas.

Ahorcaron más o menos a la mitad del grupo con el que yo llegué desde Berlín. Entre ellos, al comandante Wilhelm Canaris y al general Hans Oster. Los ahorcaron en Flossenbürg. Lo supe cuando me sacaron de allí. Fui a Flossenbürg con Canaris y Oster y cuando salí ellos no estaban.

(Leon Goldensohn, Las Entrevistas de Núremberg, Taurus, 2008, pags. 355 a 358)