DOCTORES DEL INFIERNO: EXPERIMENTOS CON VENENO

Posted on 23 junio, 2012

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Los experimentos con veneno practicados en los campos de concentración de Buchenwald y Sachsenhausen no tenían el propósito científico de sanar, sino que se utilizaron para cronometrar cuánto tardaban en sobrevivir la muerte y observar el dolor y los sufrimientos que provocaba el veneno hasta el último momento. Los médicos alemanes estaban estudiando diversos métodos para matar seres humanos y el tiempo que requerían estos métodos.

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El argumento de la defensa en su alegato final en descargo de Mrugowsky fue que el uso de balas envenenadas por parte de los rusos “había hecho aumentar el temor de que pronto se utilizaran en el frente (…) y de cuánto tiempo tardarían en estar disponibles los antídotos para su administración en caso de que fueran necesarios”.

En diciembre de 1943 ser realizó la primera serie de experimentos para determinar la dosis fatal de venenos del grupo de los alcaloides (sustancias orgánicas básicas contenidas en las plantas). Se administró el veneno en la comida a cuatro prisioneros de guerra rusos, sin su conocimiento. Los médicos alemanes se colocaron detrás de una cortina para observar sus reacciones. Los cuatro sobrevivieron, pero fueron estrangulados colgándolos de ganchos de la pared de un crematorio del campo de concentración para poder practicarles la autopsia..

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La prueba 290 de la acusación es un informe de Mrugowsky, fechado el 12 de septiembre de 1944, en el que describe los experimentos llevados a cabo con cinco presos a los que se disparó con balas que contenían veneno cristalizado:

“A los sujetos de experimentación, tumbados en horizontal, se les disparó en la parte superior del muslo izquierdo. A dos de ellos las balas les atravesaron limpiamente el muslo. Después no se observó efecto alguno del veneno. Esos dos sujetos de experimentación fueron por tanto liberados (…). Los síntomas de los tres condenados mostraron un parecido sorprendente. Al principio no se manifestó ningún rasgo peculiar. Transcurridos entre veinte y veinticinco minutos se manifestó cierta agitación motora y un ligero ptialismo [secreción de saliva], que cesaron de nuevo. Pasados entre cuarenta y cuarenta y cinco minutos se manifestó una salivación mayor. Las personas envenenadas tragaban saliva repetidamente, pero con posterioridad el flujo de saliva aumentó hasta el punto que no podía remediarse tragando. Les salía saliva espumosa de la boca. Después comenzaron las náuseas y el ahogo.

Pasados cuarenta y ocho minutos, ya no se sentía el pulso de dos de ellos (…). Una de las personas envenenadas intentó vomitar. (…)

Los otros dos sujetos de experimentación ya tenían la cara pálida. Los demás síntomas eran iguales. La agitación motora aumentó tanto que las personas saltaban, movían los ojos en círculo y hacían movimientos sin sentido con brazos y manos. Finalmente, la agitación remitió, las pupilas se dilataron al máximo y los condenados quedaron inmóviles (…) La muerte sobrevino pasados 121, 123 y 129 minutos tras la entrada del proyectil”.

Se tardó hasta dos horas y nueve minutos en asesinar a estas personas.

Aunque los imputados Genzken, Gebhardt, Mrugowsky y Poppendick fueron encausados por conducta criminal relativa a este experimento, sólo Mrugowsky fue condenado.

(SPITZ, Vivien: Doctores del Infierno, Tempus, 2009, pags. 247-250)